Mi vida profesional aunque no era perfecta era apasionante. Aún no
había terminado mis estudios universitarios y ya estaba trabajando en los medio
de comunicación. Tenía grandes proyectos, muchos sueños y un futuro prometedor,
según mis jefes, compañeros de trabajo y mis amigos.
En poco tiempo había materializado
muchos de mis grandes sueños: escribir para uno de los diarios de mayor
tradición y circulación del país, reportar en uno de los informativos más
prestigiosos de la televisión nacional, incursionar en el área editorial, en
los medios digitales, y ganar un premio gracias a mis labores periodísticas.
Hasta ese momento Dios había
bendecido grandemente mi vida laboral y profesional. Era feliz y aunque con
muchas responsabilidades, disfrutaba cada etapa de mi carrera. Sentía que no me
pagaban por trabajar, sino por hacer lo que me apasionaba. Fue en aquel momento
cuando acepté el llamado de Dios y fui arruinada, perfectamente arruinada,
divinamente arruinada.
Tracé mi senda, diseñé mis planes,
proyecté mis sueños pero fueron frustrados. Hasta aquel momento Dios me había
concedido todos los deseos de mi corazón y me había permitido en poco tiempo
alcanzar mis ambiciosas metas profesionales. Sin embargo, en ese momento Dios dijo
‘‘no’’. Sus planes eran otros para mí, y como había entregado mi corazón y mi
vida a su perfecta voluntad, me fue encaminando hacia su propósito. Recordé que en mi adolescencia ya Dios me estaba llamando para cumplir con una
tarea especial.
Escuché el llamado de Dios por vez
primera en 2006, pero no sabía hacia dónde quería guiarme la Providencia. Dos
años después volví a escucharle, en aquella ocasión indicándome la carrera
profesional que debía escoger y la universidad donde debía estudiar. Pero aún
en aquellos días no tenía la menor idea de lo que Dios quería hacer con mi
vida.
A pocos meses de culminar mis estudios universitarios Jehová me llamaba a ‘‘abrir mi boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abrir mi boca, juzga con justicia y defender la causa del pobre y del menesteroso’’. (Proverbios 31:8-9)
En esos días, la administración de la radio adventista me llamaba para formar parte de su equipo. Me negué rotundamente. Tenía muchas excusas, algunas de ellas muy creíbles y lógicas pero al final de cuentas eran excusas. Y allí estaba, huyendo cual Jonás, escondiéndome tal Gedeón y quejándome como Moisés.
A pocos meses de culminar mis estudios universitarios Jehová me llamaba a ‘‘abrir mi boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abrir mi boca, juzga con justicia y defender la causa del pobre y del menesteroso’’. (Proverbios 31:8-9)
En esos días, la administración de la radio adventista me llamaba para formar parte de su equipo. Me negué rotundamente. Tenía muchas excusas, algunas de ellas muy creíbles y lógicas pero al final de cuentas eran excusas. Y allí estaba, huyendo cual Jonás, escondiéndome tal Gedeón y quejándome como Moisés.
El llamado divino fue a dar las
buenas noticias de salvación, ‘‘traer alegres nuevas, anunciar la paz,
proclamar nuevas del bien, publicar salvación. (Isaías 52:7) El llamado divino
fue para entregarlo todo, abandonar mis sueños y seguir los sueños de Dios.
Apreté mis dientes y dije que sí. ¡Mi corazón quedó molido!
Desde aquel día he tenido que
recorrer un largo y duro camino. He encontrado pruebas, luchas y dificultades
que sobrellevar, algunas de esas luchas han sido contra mí misma: deseos de
fama, fortuna, éxito y recompensa terrenal. Otras dificultades han sido
las voces de quienes me rodean y desean lo mejor para mí, he tenido que
escuchar decenas de veces expresiones como ‘‘estás desperdiciando todo tu
potencial’’, ‘‘estás arruinando tu carrera profesional’’, ‘‘estás perdiendo los
mejores años de tu vida’’; lo peor de todo es que he llegado a creerlo.
He tenido días duros, en muchos de
ellos he llorado amargamente pidiendo un cambio de ministerio; otros días he
comparado mi modesto llamado con el llamado a ‘‘brillar’’ de otras personas; en
algunos momentos me he sentido como un total fracaso, una hija rebelde
indispuesta al servicio del Maestro.
En los últimos cuatro años he estado trabajando para Dios
desde su iglesia, el Espíritu Santo me ha enseñado cuán egocéntrica, malcriada,
superficial y egoísta he sido al negarme y poner peros al llamado de Dios. En
muchas ocasiones me he quejado y negado a las asignaciones divinas, porque
seguir el llamado de Dios incluye cada día negarse a uno mismo: a sus gustos,
deseos y búsqueda de alabanza, gloria y recompensas terrenales.
Cuando mis planes laborales eran
trazar una carrera profesional en los medios de comunicación seculares, ganando
premios y comunicando sobre controversiales temas sociales; el llamado de Dios
para mi vida era a contar las buenas nuevas de salvación.
Al aceptar el llamado de Dios
también he recibido grandes satisfacciones y bendiciones como la de ver muertos
espirituales resucitar, jóvenes alentados y adultos motivados a vivir para
Dios. Sobre todo, he aprendido que el trabajo no define quién soy; que la satisfacción
profesional no se trata de alcanzar éxito académico, premios o prestigio
profesional, sino del empleo efectivo de los talentos, oportunidades y
potencialidades para el servicio y ministerio de Cristo.
He entendido que no importa el
lugar donde la Providencia me coloque: siendo presidenta de una nación,
barriendo las calles de una ciudad, una nobel o ama de casa; lo importante es
vivir bajo el principio divino: ‘‘Todo lo que hagan, háganlo de buena gana,
como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres. Pues ya saben que, en
recompensa, el Señor les dará parte en la herencia. Porque ustedes sirven a
Cristo, que es su verdadero Señor’’. (Colosenses 3:23-24)
He dejado que Dios me indique el
camino por donde debo andar y la tierra que debo labrar, mientras tanto, con
voz torpe pero segura respondo al llamar: ‘‘Heme aquí, envíame a mí’’.
(Isaías 6:8)
Por ahora sigo perfectamente
arruinada hasta que Cristo vuelva.
Precioso Laura!!! y si, hasta yo sin conocerte llegue apensar que a lo mejor estas cosas te habian llegado a tu pensamiento . Dios te bendiga y te siga dirigiendo..el mejor premio es el de Dios!! Me encanta tu programa.
ResponderEliminarGloria a Dios. Un fuerte abrazo y muchas gracias por su cariño. Bendiciones.
EliminarAlabado sea Dios. Muchas gracias.
EliminarMe encato este testimonio, Dios siga guiando tus pasos hasta su regreso
ResponderEliminarQue la gloria sea para Dios.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOh waoo amiga y hermanita Laura ese testimonio de una forma u otra a tocado mi vida por que ceder a los planes de Dios equivale a renunciar a nuestros suenos y anhelos no es facil pero la recompensa en el cielo es eterna Felicidades
ResponderEliminarAlabado sea Dios. Muchas gracias por sus palabras de aliento.
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