lunes, 29 de marzo de 2021

En busca del éxito

El hombre posmoderno va hacia una búsqueda apresurada, a veces irracional y hasta desmedida del éxito.

La mayoría de oradores motivacionales coinciden con que el éxito es la consecución de metas y proyectos trazados. Sin embargo, aunque hemos aceptado esta definición, en el fondo la mayoría creemos que el éxito está asociado a la popularidad, el poder, la influencia, el dinero y la belleza.

Pero los cristianos somos llamados a "no amoldarnos al mundo actual, sino ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. Así podremos comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta". (Romanos 12:2)

El éxito en la vida cristiana no es un fin. La vida en esta tierra no consiste en alcanzar el éxito, sino en vivir con propósitos para la gloria de Dios, se trata de una completa sumisión de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Llegar a decir como el apóstol Pablo: "Ya no vivo yo, Cristo vive en mí". (Gálatas 2:20) "Todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo". (Filipenses 3:8)
Pablo, un hombre que a los ojos humanos podría parecer exitoso. Primero por ser un maestro de la ley, con una reputación incuestionable, poderoso, influyente, perteneciente a una de las castas más altas entre los judíos. Quien al hacerse cristiano perdió esa envestidura, pero se convirtió, en el más grande misionero entre los apóstoles, el que más libros del Nuevo Testamento escribió y el que viajó a más países entre Asia y Europa. Quien tuvo la oportunidad de predicar ante altos gobernantes, reyes e intelectuales seculares. Él sí que podía presumir de su éxito, pero lo tenía todo por estiércol.

Si tienes recursos económicos y con ellos no eres capaz de ayudar a tu prójimo, has fracasado. Si te la pasas estudiando y de una forma no compartes eso que sabes, has fracasado. Si te la pasas en competencia o comparándose con otros, has fracasado. Si lo tuyo es invertir en tu negocio y proyectar tu marca personal más que cualquier otra cosa, has fracasado. Incluso si predicas pero buscas cámaras, seguidores y likes, has fracasado.

Si has construido un proyecto de vida y buscas a Dios solo para que bendiga tus planes y no te sometes a su voluntad, has fracasado. Si ves a Dios como un amuleto de buena suerte y no como el dueño de tu vida y futuro, has fracasado. Si no sometes tus planes a los planes de Dios, has fracasado.

Te animo a elegir a Dios en primer lugar. Pero no es cosa fácil, cada día hay que renunciar a nuestros deseos para mantener el enfoque. Para eso hay que tener una relación con Dios, una relación real y significativa. Se trata de invertir nuestro tiempo en una relación con Dios dónde le escuchemos y hablemos con sinceridad y seriedad.

Pregúntate:

¿Estoy donde Dios me ha ordenado que esté?

¿Lo que hago lo hago para gloria de Dios?

¿Dios es el centro de mi vida y mis afectos?

¿Deseo más la vida en la eternidad que cualquier otra cosa?

¿Vivo para mis propios deseos o me importa más agradar a Dios en todo?

Si no tienes respuestas claras a estas preguntas, y bueno, si las tienes y todas son no, entonces te invito a hacer la oración de Jesús en el Monte de los Olivos antes de ir a la cruz: "Que no sea conforme a lo que yo quiero sino tu voluntad".

Finalmente, "La mente, el corazón, la voluntad y los afectos pertenecen a Dios; y el dinero que poseemos es del Señor. Todo bien que recibimos y que disfrutamos es el resultado de la benevolencia divina. Dios es el magnánimo dador de todo bien y él desea que el receptor reconozca la procedencia de esos dones que satisfacen toda necesidad del cuerpo y del alma". (Consejos sobre mayordomía cristiana, p.72)