‘‘¿Has visto un hombre diestro en su trabajo? Estará delante de los reyes; no estará delante de hombres sin importancia” (Proverbios 22:29).
Cuenta
la leyenda que cuando se construía la catedral de Notre Dame, los obreros
trabajaban afanosamente en las tareas de la
edificación. Cierto día, pasó por allí un viajero que se detuvo a
observar las obras.
Aquel
curioso viajero se acercó a uno de los trabajadores que, maldiciente y con el
rostro arrugado, levantaba una piedra enorme.
-
¿Qué está haciendo, buen hombre?, preguntó el viajero.
- Ya
lo ve, levantando esta enorme piedra. Con este sol abrasador el trabajo resulta
insoportable. Esto no hay quien lo soporte. Un día tras otro, un mes tras otro,
año tras año. Unos días con calor, otros con lluvia y muchos con frío.
El
viajero camina unos pasos y se acerca a otro trabajador que, después de golpear
una enorme piedra con el pico, está levantándola con gran esfuerzo para
colocarla sobre otra.
- ¿Qué hace usted, buen hombre?, pregunta al esforzado trabajador.
Molesto
por la mirada del visitante y malhumorado por el terrible esfuerzo que acaba de
realizar, contesta mientras se seca el sudor:
- ¿Es
que no lo ve? Estoy levantando este interminable muro que, si Dios no lo
remedia, acabará conmigo.
El
viajero curioso avanza un poco más y se encuentra a un tercer trabajador que
está realizando una tarea similar a la de los dos anteriores.
-
¿Qué está haciendo usted, buen hombre?, pregunta por tercera vez.
El
trabajador, sonriente y orgulloso le contesta:
-
Estoy construyendo una catedral, una obra de arte para la humanidad, un templo donde
habitará Dios. Sin dudas, esta será una obra maestra. Me siento orgulloso del
trabajo que estoy haciendo porque con mis manos construyo el futuro.
¡Cuán
importante es nuestra actitud antes las adversidades! Nuestra actitud determina
nuestro éxito o fracaso en las tareas cotidianas: es el viento que hace andar
nuestra embarcación o la que tumba las velas y hunde la barca.
Los
tres trabajadores estaban haciendo la misma tarea. Los tres recibirían el mismo
salario, sudaban bajo el mismo sol candente y se mojaban en la misma copiosa
lluvia. Los tres realizaban el mismo esfuerzo. Pero su actitud determinaba productividad
ante esas pesadas piedras.
Ojalá
que esta leyenda nos inspire a vivir hoy haciendo con pasión y alegría nuestro
trabajo. Que esta historia nos motive a tener una actitud de vencedor.
‘‘Hagan lo que hagan, trabajen de buena con todo su corazón, como para el Señor y no para amos humanos, ya que usted sabe que va a recibir una herencia Del Señor como recompensa. Es a Cristo el Señor servís’’. Colosenses 3:23, 24
No hay comentarios:
Publicar un comentario