viernes, 1 de febrero de 2013

Andar en carrito público es un deporte extremo




El chofer se desmontó para abrirme la puerta y pensé: "que chofer tan amable este". Luego descubrí que la puerta no se abría por afuera y que tenía una maña tan grande para abrirse que solo el chofer la conocía.

Me monté con suma dificultad, cerré la puerta luego de cuatro intentos; dos mujeres robustas se tomaban gran parte del asiento trasero, un señor bastante sudado estaba a mi lado y olía a mercado:rábanos, remolacha vieja y toda clase de hojas...
Al final de aquel viajecito que me salió tan caro descubrí que mi pantalón nuevecito de paquete tenía un tremendo hoyo gracias a un alambre mal puesto del asiento.

El carro estaba tan destartalado que parecía una lata vieja, el motor hacía un ruido insoportable. De pronto, mientras el chofer conducía se le salió la llave y el carro siguió avanzando. Ahí fue que me asusté.

El chofer conversaba con los pasajeros de una forma muy amena y se hacía acompañar con una bachatica a todo volumen como fondo musical.

Comenzó a llover. ¡Qué maravilla! La puerta no tenía ventana y me cayó el aguacerazo encima.

Le pasé $50 pesos al chofer y solo me devolvió 10 porque "no tenía menudo".

-"Chofer déjeme en la esquina", grité, pero la bachata me ganó y el chofer no me escuchó. Lo intenté otra vez, con una voz más fuerte: "¡por dónde pueda!" Nada, el carro seguía avanzando. Tomé aire y grité a todo pulmón: "¡Que me deje!". Por fin se detuvo el carro, una esquina después de donde me quedaba. ¡Que caro me salió el viaje!

Me consuela saber que Toque Profundo tiene vivencias muy parecidas a las mías y comparto esta canción: "Duarte con París" http://www.youtube.com/watch?v=Bvcqt01KvJAr