jueves, 4 de agosto de 2011

Efímera hoja de papel

Como de costumbre mis compañeros de trabajo y yo nos reunimos alrededor de la mesa para disfrutar de los alimentos y compartir de un agradable momento. Mientras conversábamos surgió un interesante tema. Era una tarde lluviosa, luego de la jornada de trabajo, Mercedes se dirigía a su casa en una de las famosas “voladoras”. Al montarse en el autobús notó que en el piso había hojas de papel periódico.

Una de ellas le llamó la atención, los colores y las imágenes le parecían muy familiares. Se detuvo a observar con detalle aquel papel y de repente vio su nombre escrito en él. Ese era su trabajo, horas de esfuerzo y sacrificio. Sintió que su faena no tenía ninguna importancia, que su esfuerzo era tan volátil, tan efímero, tan pasajero que solo servía para limpiar la suciedad de un viejo autobús.

Quedé pensativa en aquel asunto. Cuántas veces hacemos nuestra labor pensando en la paga que recibiremos, en las alabanzas y los premios que obtendremos.
Olvidamos que la belleza del trabajo está en hacer con alegría aún las tareas más sencillas. Nos olvidamos de poner todo nuestro esfuerzo y dedicación en cada asunto que hacemos.

He aprendido que el éxito en la vida consiste en hacer con amor y excelencia nuestro deber. La fama, los premios, los bienes materiales: todo esto se va.
Lo único que permanece y lo que da sentido a nuestra vida es vivir más allá de la rutina. Es disfrutar de cada instante como si fuese el último y poner todo nuestro empeño en cada detalle que hagan nuestras manos. La mejor paga que recibimos es la satisfacción de hacer bien lo que nos corresponde, sin importarnos qué uso le darán a nuestra efímera hoja de papel.