jueves, 5 de agosto de 2021

Cásate con quien...

Hoy cumplo tres años de casada, quienes leen este diario con regularidad habrán notado que acostumbro a celebrar con una reflexión.

Luego de evaluar mi vida matrimonial: momentos felices, logros alcanzados, crisis enfrentadas, errores cometidos y retos que nos quedan por delante; me he puesto a pensar en mis amigas solteras, por quienes oro con frecuencia y a quienes en más de una ocasión he tenido que escuchar o alentar debido a la presión social a la que son sometidas.

Hoy quisiera compartir con ellas mis más sinceros deseos:

Cásate para toda la vida. Aunque la mayoría de parejas jura ante el altar estar unidos hasta la muerte, las cifras de divorcios reflejan otra realidad. Cada vez más las parejas consideran el divorcio como una salida para sus problemas matrimoniales. Y para permanecer no se trata solo de jurar una vez por todas, esa es una decisión que deberás tomar ante los retos y desavenencias. En muchas ocasiones necesitarás incluso buscar ayuda para poder mantener esa decisión.

Cásate cuando te sientas lista, no le cojas presión a nadie. Aún si la presión viene de tus familiares o amigos más cercanos. No te cases por la presión. Entiende que tu vida no es un proyecto cualquiera al que tengas una lista de pendientes por cotejar. Si insisten en presionarte, no dudes en poner límites. A mayor presión, mayor cantidad de probabilidades en tomar malas decisiones. En mi experiencia he visto que quienes son felices en su matrimonio y entienden lo sagrado que es no andan preguntando ¿y el novio pa' cuando? Porque han entendido que a cada persona le llega su tiempo. 

Cásate cuando estés feliz con quién eres, te sientas completa y realizada. No necesitas una media naranja, no necesitas a nadie que te haga feliz. El matrimonio no va a arreglar ninguno de tus problemas, ¡ninguno! Si no logras estar feliz sola, si no eres capaz de sentirte realizada siendo soltera tampoco lo lograrás al lado de nadie más. Ese vacío solo Dios puede llenarlo. Procura tener una relación tan sólida y profunda con Dios, que puedas encontrar en él plenitud de vida. 

Cásate cuando desees hacer feliz a alguien y no para que te hagan feliz. El matrimonio ha sido creado para desarraigar el egoísmo del corazón humano. Si vas pensando y calculando solo en lo que vas a recibir, quedarás chasqueada y amargada muy pronto.

Cásate con alguien que ame a Jesús tanto como tú. Niégate rotundamente a aceptar una relación con alguien que no ame a Dios y que públicamente no esté comprometido con él. ¿Cómo esperas que alguien te ame si primero no ama a Dios? 
El matrimonio es bastante complejo como para añadirle más carga. Ya la Biblia es muy clara entorno a unir nuestra vida con los incrédulos. Pero ojo, eso incluye muchachos que son cristianos de nombre pero no reflejan a Dios en sus vidas.

Cásate con alguien que se comprometa contigo. Porque el amor no se trata de romanticismo, sino de un compromiso a pesar de las circunstancias.

Cásate con quien puedas reírte de los momentos malos. El humor es muy necesario especialmente en los momentos de dificultad. 

Cásate con alguien que te inspire a ser la mejor versión de ti. Alguien que sin compararte, obligarte o coartar tu libertad, te motive a crecer cada día. 

Cásate con quien te corrija con amor cuando estás en un error. Muchas veces Dios nos instruye o confronta a través de nuestra pareja. 

Cásate con quien puedas compartir tu ministerio y propósito de vida. Tus pasatiempos, estilo de vida y proyectos. Ya lo dijo el profeta Amós “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3)

Finalmente, comparto una breve reflexión publicada en la lección del jueves 5 de agosto, en la Guía de Estudio Bíblico de la Escuela Sabática: “No hay relaciones perfectas. Toda relación debe tener una dinámica de crecimiento, y Satanás tiene un interés personal en usar a su favor todas nuestras relaciones, especialmente las más cercanas a nosotros, para herir y frustrar la voluntad de Dios para nuestra vida. Podemos estar agradecidos de que él no nos deja pelear estas batallas en soledad. La Palabra de Dios establece principios para nuestras relaciones. Su promesa de darnos sabiduría también se extiende a nuestras relaciones. Él promete estar con nosotros cuando nuestras relaciones resulten complejas.”