martes, 19 de noviembre de 2013

Otoño




Lentamente desaparece el sol en el horizonte dibujado con vibrantes colores: rojo, anaranjado, amarillo y azul intenso adornan el firmamento.
El sol se oculta con gracia y naturalidad. Es que los atardeceres madrileños son de los más hermosos, eso lo confirmo cada tarde en mi pequeña ventana que da al Oeste. Así mismo es el otoño: melancólico, moribundo, silencioso, transitorio, entre lo frío y lo caliente.

Madrid es un sueño entre la nostalgia y la alegría. Esa melancolía de volver a la costa de la fantasía; esa felicidad de conocer el mundo que nos rodea.

Es pequeño el mundo y cuán pequeños somos. Caminando entre la multitud, perdidos entre las calles, somos polvo, no somos nada.

La soledad: esa oscuridad y falta de afecto, de toques, de cariño y palabras de afirmación, sentir que estás solo, que eres tú contra el mundo, el atardecer y el otoño.