viernes, 18 de diciembre de 2020

Le dije adiós a las dietas para engordar

-¡Pero qué flaquita eres, pareces una muñeca María Palito!

-¡Uff! con lo flaca que eres puedes comer todo lo que quieras sin cuidarte de nada. 

-Yo a tu edad era así de delgada y mira ahora cómo estoy.

-Deberías comer un chin más a ver si consigues algunas libras. 

-¿Y para qué comes ensaladas si estás en la línea?

-Pero no te preocupes, cuando tengas hijos vas a echar unas libritas. 

Estos son algunos de los comentarios que con frecuencia hacen sobre mi peso, en una cultura que percibe las pocas libras como enfermedad y considera la belleza en cuerpos voluptuosos. (Creo que nací en el país equivocado😎) 

Tengo 30 años, mido 5'2'' y con mucho esfuerzo llego a las 100 libras. ¿Cuál es el secreto? ¡Ninguno! Simplemente los genes. Durante mucho tiempo me preguntaba porqué no aumentaba de peso como la mayoría de las mujeres de mi edad, así que impulsada por los constantes comentarios y una gran curiosidad, me puse a inventar con toda clase de dietas para engordar. Sí, el ser humano es así de inconforme. Los altos quisieran tener menor tamaño, los delgados más libras, los de pelo lacio, rizado y viceversa. He llegado a creer que mientras más inconformes estamos con nuestro cuerpo, más despreciamos la obra de arte que Dios hizo al crearnos. 

Ciertamente no elegimos nuestro cuerpo, el color de nuestra piel, la textura del pelo ni nuestro tamaño o medidas, y se nos dificulta amar algo que no elegimos, pero despreciarlo o querer cambiarlo simplemente porque no cumple con los estándares estéticos de la época, es una señal de poco amor hacia nosotros mismos y de desprecio hacia la creación de Dios. 

Por feos, gordos, canillúes y moños malos que seamos, todos absolutamente todos fuimos tejidos en el vientre de nuestra madre por la mismísima mano de Dios. (Salmo 139:13) Claro, no podemos ignorar que el pecado ha marcado incluso nuestros cuerpos, ya que el diseño original de Dios era sin defecto alguno. 

Considerar a Dios como nuestro creador nos da una perspectiva distinta de nuestro cuerpo: 
  • Apreciaríamos más la diversidad.
  • Descubriríamos la belleza de nuestro cuerpo natural y si adornos.
  • No nos quejaríamos tanto del cuerpo que nos ha tocado.
  • Amaríamos esas particularidades que tanto despreciamos y que nos distinguen de los demás.
  • Resistiríamos la presión de las medidas y estándares de belleza.
  • Estaríamos más agradecidos con nuestro cuerpo y salud.
  • Procuraríamos estar en salud tanto como vernos bien.
  • No nos compararíamos con otros.
  • Disfrutaríamos los cambios que vienen con los años, descubriendo la belleza que trae cada etapa.
No se trata de presumir de nuestro cuerpo o tener una sobrevalorada precepción de nuestra figura, se trata de aceptar cómo nos vemos, apreciar nuestro físico, cuidar de él con esmero y agradecer a Dios porque somos parte de su maravillosa creación.

La Biblia dice que cuando Cristo vuelva por segunda vez nuestros cuerpos serán transformados: ''En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15:52 y 53). 

Mi abuela Laura bromea diciendo que tendrá ojos azules y una larga cabellera rubia. 😜Finalmente el cuerpo no será un problema para nosotros, ya no tendremos enfermedades ni complejos, no habrá sobrepeso ni baja estatura que nos haga sentir inferior. Podremos vernos tal como Dios nos mira. Pero sobre todo, entenderemos a plenitud lo vana que es la hermosura, (Proverbios 31:30) 
¿por qué no ponerlo en práctica desde ahora?

Así que después de varios años intentando aumentar de peso, bebiendo batida de espagueti, jugo de trigo, proteína de soya, malta con leche condensada y haciendo toda clase de malabares para subir de peso, me di por vencida y le dije adiós a las dietas para engordar.