jueves, 27 de noviembre de 2014

8 lecciones que aprendí al vivir 8 meses con mi pelo natural

Después de 12 años texturizando mi pelo, quería ver lo que sucedería si lo dejaba natural.
Para quienes no entienden el concepto, la texturización de pelo es un proceso que se hace con cabellos crespos o risos donde se le aplica un tratamiento de alisado que lacia el cabello. Yo suelo compararlo con una crema depiladora de acción menos fuerte. 
Tenía la curiosidad de usar el pelo crespo al natural desde que era una adolescente. Me encanta mi cabello natural, se parece tanto a mí: es rebelde, difícil de quebrar, hasta impermeable. De hecho, cuando era  niña, mis amigos me relajaban diciéndome ''la impermeable''o ''la imper'', porque no entraba agua a mi cabello. Y yo no me molestaba. Me encantaba ver mi greña suelta y movía el cabellera como toda una modelo, sin complejos.
Pero los estándares de belleza en El Caribe enseñan que el pelo debe usarse lacio. Y la mayoría de las mujeres lo han aceptado como bueno y valido. Así que mi madre, con todas las buenas intenciones del mundo, siguiendo los estándares de belleza me lació el cabello a los 12 años de edad.
Desde allí he tenido que someterme a la esclavitud de los alisados y el fastidioso calor de los secadores de pelo.
Cada vez que veía a una chica con el pelo crespo al natural, crecía en mí un deseo de usarlo igual. Hasta que un día, decidí que lo usaría así y que tendría mi propio pajón.
La decisión la tomé sin consultar con nadie, porque siempre que expresaba mis deseos de usar el pelo al natural recibía muchas críticas de mis más cercanos. Aproveché mi vida en el extranjero, lejos de algunos prejuicios sobre la cultura afro y me hice el gran corte.
Nunca me arrepentiré de aquello. Cuando me vi en el espejo me sentí la mujer más hermosa y exótica del mundo. Este ejercicio no solo me sirvió para saciar mi gran curiosidad, sino, también para reforzar mi autoestima y mi amor por mi cuerpo.
En esos 8 meses aunque recibí muchas críticas, aprendí mucho más sobre mí misma de lo que esperaba. Estas son las lecciones que salieron de ese reto que yo misma me ingenié:
1. Llevar el pelo al natural me hizo s accesible a los demás, especialmente a los chicos. De hecho, algunos se atrevieron a declarar sus sentimientos por mí.
 2. Usar el pelo crespo me permitía lavarme la cabeza todos los días y andar sin paraguas por temor a la lluvia. Aproveché y me bañé varias veces en un aguacero con mucha felicidad.
3. Muchos me criticaban y otros me miraban de manera indiscreta… Descubrí que llevar el cabello sin alisado requiere de mucha valentía.
4.  Usar el pelo afro me hizo amarme tal como soy; incluso con mis defectos, sin intentar vivir bajo el estándar de otros.
 5. Usar el pelo natural me ayudó ser más atrevida y a no darle tanta importancia a lo que otros piensan o dicen de mí.
6. Aprendí que mientras esté segura de mí misma, la gente me tratará exactamente de la misma manera.
7. Comencé a valorar las diferencias de las personas y evitar encajar todos en el mismo patrón.
8. Al satisfacer mi curiosidad me sentí retada en otras áreas de la vida para hacer cosas atrevidas y divertidas. 

miércoles, 21 de mayo de 2014

La mejor lección que he aprendido de mi madre

''Nunca valores a una persona por los logros que ha obtenido o por su estatus social''. Esa es la frase que recuerdo escuchar de mi madre una y otra vez desde que tengo uso de razón.

El valor de un ser humano va más allá del título que pueda colgar en una pared, de la marca del automóvil que guarde en su garaje o del color de su piel.

He visto a mi madre tratar a todos por igual. No menosprecia a las personas por su forma de vestir ni los critica por ello.

Ella me ha enseñado que las medidas de mi príncipe azul no deben ser las del ancho de sus brazos, su altura o la cantidad de cuadritos de su abdomen; sino del tamaño de su corazón. Que su potencial no es proporcional a su profesión, más bien a su carácter.

La lección más grande que he aprendido de ma' es a ver más allá de donde los ojos humanos se acostumbran a mirar y apreciar el valor intrínseco del ser humano.

''El Señor dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón''. 1 Samuel 16:7