sábado, 8 de junio de 2024

La salvación NO es INDIVIDUAL

Antes de que comiences a evaluar o juzgar el título que he usado, permíteme explicarte un poco mi postulado. 

1. Tal y como suelen hacer mis colegas, usé un recurso atractivo para enganchar al lector. 😏

2. Estoy completamente convencida de que la salvación no es transferible, no puede compartirse y no nos salvamos colectivamente, por lo tanto es personal. Pero cuando digo que la salvación NO es INDIVIDUAL me refiero a un aspecto que muchos hemos descuidado, y te lo explico con el relato de Hechos‬ ‭16‬. 

Pablo y Silas estaban encarcelados en Filipos dentro de un oscuro calabozo, con los pies atados y bajo máxima seguridad. Pese a las condiciones en las que se encontraban, oraban y cantaban alabanzas a Dios. De repente se desató un fuerte terremoto que sacudió los cimientos de la cárcel, abrió todas las puertas y las cadenas de los presos se soltaron. Cuando el carcelero notó que las puertas de la cárcel se abrieron, intentó suicidarse, porque pensó que los presos se habían escapado. Pero Pablo le detuvo pues ninguno había huido. Aquel terremoto fue un evento sobrenatural, ya que forma milagrosa todas las cadenas se soltaron. Si yo hubiera estado en el lugar Pablo y Silas, habría aprovechado tal oportunidad para escapar, pensando que Dios había realizado tal milagro para salvar mi vida. Pero para estos hombres de Dios la vida de los demás eran más importantes que su propia libertad y comodidad. 

El carcelero tembloroso se arrodilló ante Pablo y le preguntó qué debía hacer para ser salvo. Entonces el apóstol le respondió con la famosa frase: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Luego le presentó el evangelio al carcelero y a todos los que estaban en su casa y todos fueron bautizados aquella misma noche. El carcelero fue profundamente conmovido por la actitud de aquellos hombres que en las circunstancias más adversas alababan a Dios, y ante la posibilidad de escapar por sus vidas prefirieron salvar la vida de su verdugo. 

Pablo invitó al carcelero a creer en Jesús para que tanto él como su familia recibiera salvación. Aquella no fue una promesa hueca, no se trata de que cuando creemos en Dios automáticamente nuestros seres queridos vendrán al arrepentimiento. La familia del carcelero no fue salva solamente porque él lo fue; Pablo predicó la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Todos escucharon el mensaje, cada uno confió en la palabra de Dios y aceptó a Cristo. Hubo un trabajo intencional que tanto los apóstoles como el carcelero hicieron. El carcelero usó su influencia como cabeza de familia en una sociedad patriarcal para atraer a sus seres queridos al mensaje de vida que acababa de recibir. Pero cada uno debía creer y aceptar a Dios por sí mismo. 

Así que estamos claros de que la fe de una persona no puede transferirse a otra, pero cuando digo que la salvación no es individual, me refiero a que, una vez hemos recibido este mensaje de vida y esperanza, nuestro compromiso consiste en compartirlo con otros. Y la promesa de salvación extensiva a nuestros amados se cumplirá siempre y cuando realicemos nuestra tarea de compartirles el mensaje y que ellos lo reciban con humildad, tal como la familia del carcelero. 

Así que la salvación no se transfiere pero se comparte. Si no compartimos la salvación nos convertimos en obesos espirituales que comen y comen pero no se ejercitan. 

La salvación no es un mero conocimiento de la verdad, se trata de tener una experiencia genuina con Jesús. Para discipular a otros no necesitamos mucho conocimiento ni tiempo en la iglesia, tampoco necesitamos grandes talentos o un llamado extraordinario, sino tener una experiencia real y viva con Cristo, aún haya sido recientemente, tal como le ocurrió al carcelero.

Si creemos que la iglesia es depositaria de la gracia de Dios, entonces estamos llamados a ser dispensadores de esa gracia. Dejando a un lado nuestros prejuicios o preconceptos para alcanzar a quienes están viviendo en la más densa oscuridad.