viernes, 18 de diciembre de 2020

Le dije adiós a las dietas para engordar

-¡Pero qué flaquita eres, pareces una muñeca María Palito!

-¡Uff! con lo flaca que eres puedes comer todo lo que quieras sin cuidarte de nada. 

-Yo a tu edad era así de delgada y mira ahora cómo estoy.

-Deberías comer un chin más a ver si consigues algunas libras. 

-¿Y para qué comes ensaladas si estás en la línea?

-Pero no te preocupes, cuando tengas hijos vas a echar unas libritas. 

Estos son algunos de los comentarios que con frecuencia hacen sobre mi peso, en una cultura que percibe las pocas libras como enfermedad y considera la belleza en cuerpos voluptuosos. (Creo que nací en el país equivocado😎) 

Tengo 30 años, mido 5'2'' y con mucho esfuerzo llego a las 100 libras. ¿Cuál es el secreto? ¡Ninguno! Simplemente los genes. Durante mucho tiempo me preguntaba porqué no aumentaba de peso como la mayoría de las mujeres de mi edad, así que impulsada por los constantes comentarios y una gran curiosidad, me puse a inventar con toda clase de dietas para engordar. Sí, el ser humano es así de inconforme. Los altos quisieran tener menor tamaño, los delgados más libras, los de pelo lacio, rizado y viceversa. He llegado a creer que mientras más inconformes estamos con nuestro cuerpo, más despreciamos la obra de arte que Dios hizo al crearnos. 

Ciertamente no elegimos nuestro cuerpo, el color de nuestra piel, la textura del pelo ni nuestro tamaño o medidas, y se nos dificulta amar algo que no elegimos, pero despreciarlo o querer cambiarlo simplemente porque no cumple con los estándares estéticos de la época, es una señal de poco amor hacia nosotros mismos y de desprecio hacia la creación de Dios. 

Por feos, gordos, canillúes y moños malos que seamos, todos absolutamente todos fuimos tejidos en el vientre de nuestra madre por la mismísima mano de Dios. (Salmo 139:13) Claro, no podemos ignorar que el pecado ha marcado incluso nuestros cuerpos, ya que el diseño original de Dios era sin defecto alguno. 

Considerar a Dios como nuestro creador nos da una perspectiva distinta de nuestro cuerpo: 
  • Apreciaríamos más la diversidad.
  • Descubriríamos la belleza de nuestro cuerpo natural y si adornos.
  • No nos quejaríamos tanto del cuerpo que nos ha tocado.
  • Amaríamos esas particularidades que tanto despreciamos y que nos distinguen de los demás.
  • Resistiríamos la presión de las medidas y estándares de belleza.
  • Estaríamos más agradecidos con nuestro cuerpo y salud.
  • Procuraríamos estar en salud tanto como vernos bien.
  • No nos compararíamos con otros.
  • Disfrutaríamos los cambios que vienen con los años, descubriendo la belleza que trae cada etapa.
No se trata de presumir de nuestro cuerpo o tener una sobrevalorada precepción de nuestra figura, se trata de aceptar cómo nos vemos, apreciar nuestro físico, cuidar de él con esmero y agradecer a Dios porque somos parte de su maravillosa creación.

La Biblia dice que cuando Cristo vuelva por segunda vez nuestros cuerpos serán transformados: ''En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15:52 y 53). 

Mi abuela Laura bromea diciendo que tendrá ojos azules y una larga cabellera rubia. 😜Finalmente el cuerpo no será un problema para nosotros, ya no tendremos enfermedades ni complejos, no habrá sobrepeso ni baja estatura que nos haga sentir inferior. Podremos vernos tal como Dios nos mira. Pero sobre todo, entenderemos a plenitud lo vana que es la hermosura, (Proverbios 31:30) 
¿por qué no ponerlo en práctica desde ahora?

Así que después de varios años intentando aumentar de peso, bebiendo batida de espagueti, jugo de trigo, proteína de soya, malta con leche condensada y haciendo toda clase de malabares para subir de peso, me di por vencida y le dije adiós a las dietas para engordar.

lunes, 30 de noviembre de 2020

Las manos de una guerrera

Miró mis manos, las comparó con las suyas y me dijo: 

-Que hermosas manos tienes, las manos de una verdadera mujer, porque las mías son tan horribles y están llenas de callos. 

Quedé sin palabras y alguien más respondió por mí:

-¡Tus manos son las manos de una guerrera!

Me sentí culpable de ser afortunada. Esa sensación que me acompaña cuando estoy en contacto con una persona cuyas circunstancias han sido difíciles y cuya historia es desgarradora. 

¡Sí, culpable! Porque no he hecho absolutamente nada para tener la vida que tengo y peor aún, porque hago muy poco para combatir la injusticia en el mundo. ¡Culpable!... esas pudieron haber sido mis manos y mi historia. 

Me contó su historia, una llena de sufrimiento, violencia y abusos. Me contó como fue explotada por personas despiadadas que han olvidado la dignidad con la que ha sido creado cada ser humano.  Se me hizo un nudo en la garganta. Y aunque no suelo llorar, cada vez que como periodista tengo que escuchar una historia de dolor como esta, mi corazón se rompe en pequeños pedazos. Incluso a veces pregunto, tal como lo hizo el profeta Habacuc, "¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? (Habacuc 1:2)

A veces siento que el reino del mal prevalece, que el malo nunca tendrá su paga y que la injusticia reinará sobre los más vulnerables. Pero luego recuerdo la promesa bíblica: "Dios juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia". (Salmos 9:8‭-‬9) 

Me miró con sus ojos grandes y redondos, llenos de ilusiones y sueños. Ojos que miran el futuro con esperanza, no cuestionan el obrar de Dios y continúan confiando en el amor y la providencia divina.  Ojalá pueda desarrollar esa clase de fe, esa resiliencia y confianza en el amor de Dios. 

Nos despedimos y sigo con la imagen de sus manos, las manos de una guerrera. 

jueves, 1 de octubre de 2020

Cinco lecciones que aprendí del distanciamiento físico

Debo reconocer que he sido muy rigurosa al cumplir con las medidas de distanciamiento físico. Las razones son de conciencia y disciplina más que por pánico o miedo a la enfermedad. 

Como continúo trabajando de forma remota, mis salidas son muy reducidas y se circunscriben a diligencias y actividades esenciales donde se requiera mi presencia de forma obligatoria.

Quiere decir que desde el sábado 14 de marzo hasta el día de hoy no he abrazado a mis familiares, no he tenido salidas recreativas junto a mis amigos, jamás he vuelto a un restaurante, he tenido que contemplar desde lejos a mis seres queridos, no he podido saludar con calidez a mis hermanos en la iglesia, no he recibido visitas en casa ni he podido cargar a mi sobrina que nació hace ya cinco meses. Así que a través de la tecnología he tenido que mantener el contacto, lo cual me hace sentir como si me hubiera mudado a otro continente. Y por supuesto que esto me ha enseñado lecciones invaluables que escribo para no olvidar. 

1. Se necesita muy poco para ser feliz y estar bien. Vivimos en una carrera constante por comprar el último modelo de celular, nos afanamos por un guardarropa a la moda, comprar un nuevo automóvil, llenar la casa de corotos, complacernos con juguetes de última tecnología, tener un cuerpo más bonito que sano y por supuesto presumir de nuestros viajes en las redes sociales. Y nada de esto le da plenitud ni sentido a vida. Al estar en casa, mis gastos se han reducido al mínimo y debo admitir que he necesitado muy poco para estar bien. Quisiera como el apóstol Pablo poder decir: “He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación”. (Filipenses 4:11-13)

2. El valor del contacto físico. Extraño los abrazos de mis padres, pararme en la puerta de la iglesia y saludar a todos, sentarme en la mesa junto a mis seres queridos y jugar con mis sobrinitos. Las caricias, las miradas y el contacto físico nunca podrán ser remplazados. Espero no olvidarlo cuando volvamos a reunirnos y me sienta tentada con un dispositivo móvil frente a mi. 

3. Estar atento a las necesidades de los demás. Algo tan sencillo como una oración intercesora, un mensajito de texto, una llamada telefónica; en fin, estar pendiente de quienes nos rodean, especialmente de los más vulnerables. Dejar de pensar tanto en nosotros mismos y nuestros problemas para concentrarnos en otros e intentar aliviar sus cargas. 

4. La temporalidad de nuestras relaciones. Nadie nos pertenece y ninguna relación dura para siempre. Los hijos crecen y se van del hogar, nuestra pareja a quien juramos amor eterno algún día fallecerá, si no es que fallecemos nosotros primero. Los amigos se distancian y las personas que alguna vez fueron significativas y muy cercanas dejan de serlo. Y esto me ha llevado a confirmar que...

5. Solo Cristo basta. Establecer un vínculo de intimidad, una relación significativa, encontrar en él nuestra identidad, depender de él, descubrir en su presencia que es el único que puede dar plenitud y sentido a la vida, el único capaz de suplir todas nuestras necesidades emocionales y llenar nuestro sentido de pertenencia. Construir una relación capaz de enfrentar cualquier obstáculo y perseverar en ello hasta que se cumpla la promesa de su segundo regreso. 

Agradezco a Dios por los abrazos dados y recibidos, las comidas con los seres queridos, las risas y lágrimas compartidas y los momentos vividos. Porque al final, seremos conocidos por cómo amamos, esto es lo más importante en la vida y lo único que nos llevamos hasta la tumba. 

jueves, 13 de agosto de 2020

Una oración constante

Mi padre es un hombre de Dios, un hombre de oración: crecí viéndolo en el mismo rincón de su habitación orando por mucho tiempo hasta quedar dormido. 😴 Desde que mis hermanos y yo nos hicimos adolescentes mi padre comenzó a orar por quienes serían nuestras parejas.

Mi padre es sincero y franco, al hablar y actuar no tiene dobleces. Es muy sabio y tiene una especialidad en resolver conflictos, sus amigos, familiares y conocidos lo buscan para que sea mediador ente ellos. Pa no sabe tener enemigos, y aunque en su juventud fue caco caliente y en su trabajo ha sido muy enérgico con su controvertida visión, tiene la capacidad de perdonar como un niño. Su mala memoria le favorece mucho.

Pa es un verdadero discípulo, decidió dejar los negocios de su padre y rechazó muy buenas ofertas de trabajo para convertirse en pastor y dedicarse al ministerio. Yo me lleno de admiración al pensar en esto.

Mi papá es consentidor, fue mi primer admirador y mi primer corrector de textos. Es juguetón, cariñoso y muy emotivo. Mi padre no tiene vergüenza de llorar, de decir te amo, de admitir que admira a alguien, de abrazar y besar a quienes ama. Recuerdo que cuando era niña le encantaba jugar conmigo a las muñecas. Cuidaba de mí y de mis hermanos durante la noche, hizo un trato con mami de que ella nos atendería de día y él durante la noche. Lo recuerdo yendo a mi habitación cuchumil veces para llevarme un vaso de agua, dejarme la luz encendida porque le temía a la oscuridad y orando conmigo cuando tenía pesadillas. Además de que cada noche era quien nos leía la historia bíblica antes de irnos a la cama y ese para mí era el mejor momento del día; pero cuando estaba muy cansado nos ponía un cassette de “Las bellas historias de la Biblia” y era el primero en dormirse. 😂

Papi es un lector voraz, de él heredé mi amor por los libros: tanto escribir como leer; es una máquina de ideas y un escritor muy versátil. Mi padre es polifacético, en sus más de 30 años de profesión se ha desempeñado como Ingeniero agropecuario, maestro, pastor y pretende jubilarse como terapeuta sexual.🤪 Él dice que la vida es muy corta para dedicarse a una sola carrera. Mi padre es muy apasionado en lo que hace y está comprometido en formar a otros y dejar un legado. Es un líder natural y se le da muy bien guiar a otros.

A mi padre le gusta ayudar a quienes menos tienen, lo he visto crear los proyectos más creativos para beneficiar a los demás. Mi padre es un hombre humilde, no tarda en reconocer cuando se equivoca y pedir perdón. No le interesan los cargos ni el protagonismo.
Yo lo admiro y respeto porque es un padre fuera de serie.

Mi papá es el padre que da las mejores pelas. Se sienta contigo, te explica lo que hiciste mal, destaca varias cualidades positivas que ve en ti, luego te da tres suaves correazos en las piernas sin dejarte marcas ni moretones. Y finalmente, te da un abrazo y te recuerda lo mucho que te ama. Como comprenderán mis hermanos y yo preferíamos que él nos disciplinara.😬 Terminábamos de risas y abrazos.

Con mucha determinación me enseñó a estudiar la Biblia y a orar, a tener una relación con Dios sincera y profunda. Escuchaba mis luchas espirituales y nunca me juzgaba, todo lo contrario, me compartía las suyas y me animaba a confiar en Dios y entregarle mis cargas a Él. También me enseñó a predicar, a preparar sermones y a escribir devocionales. 📖

Mi papá es idealista, lucha para cambiar al mundo y espera siempre lo mejor de las personas. Es un hombre de discursos y siempre tiene una máxima para destacar alguna lección. Mi padre es tan pero tan paciente que es difícil sacarlo de control. 🙃

De mi padre aprendí a decir te amo, a ver en todos cualidades positivas, a debatir las ideas sin atacar a las personas, a no quejarme si mi mal tiene o no tiene remedio; aprendí que los hermanos no se pelean, a hacer todo lo que me venga a la mano y a dejar que Dios dirija mi vida.

Hoy es su cumpleaños 63 y le rindo homenaje haciendo lo que mejor me enseñó a hacer: orar. Pido a Dios para que le dé sabiduría y gracia. 🙏🏽

martes, 5 de mayo de 2020

Resucitaré


Se han inventado cientos de teorías acerca de la muerte y del estado de los muertos. La muerte es uno de los grandes misterios de la vida. La religión intenta proporcionar una explicación razonable, capaz de proporcionar paz y reducir el temor que sentimos hacia este elemento que es parte natural de la vida. Creencias que solo buscan consolar al que pierde a  ser querido o al que teme por su vida.

Génesis 3:19 y 22  explica el origen de la muerte: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!… Después el Señor Dios dijo: El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre.” Y Romanos 6:23 sentencia: “La paga del pecado es la muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.”

          El ser humano no fue creado para morir, la muerte en una consecuencia del pecado. La misma Biblia explica que Dios tuvo a acortar los días del hombre a causa del sufrimiento. Y es que vivir eternamente bajo las condiciones del pecado en la que el mundo se encuentra sería azaroso. Imagina vivir enfermos para siempre, sufriendo para siempre, llorando para siempre… Aunque seamos sinceros, la vida en esta tierra tiene muchos sinsabores pero la mayoría no queremos abandonarla. 

         Pero Dios, el creador de la vida también nos da esperanza a pesar de la muerte: “En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad. (1 Corintios 15:52 )

      Esto no es pura teoría o cuento de hadas. La Palabra de Dios nos asegura: “No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.” (1 Tesalonicenses 4:13-18)

         Muchos ven la muerte como el paso a una mejor vida, otros como parte natural de la vida, o como una aplanadora que hace justicia a todos. Algunos creen que los muertos resucitan, otros piensan que los muertos nunca más se levantan de la muerte, algunos suelen pensar que la reencarnación es una realidad. Yo creo que la muerte es un sueño del que Dios tiene poder de levantarnos; y así como Cristo se levantó entre los muertos, nos levantará a vivir para siempre con él y no conocer la muerte jamás. 

viernes, 17 de abril de 2020

Lecciones que aprendí de mis padres y que me han salvado el pellejo en esta cuarentena


Llevo 34 días sin salir de casa y todavía no he contado los granos de un paquete de arroz ni escucho voces del más allá. Creo que es buena señal de salud mental. ¡Jajajaja! 

En todos estos días he valorado más que nunca las enseñanzas de mis padres. Gracias a sus sabias instrucciones, disciplina y dirección, esta cuarentena ha sido llevadera, productiva y aleccionadora.

Y con esta publicación agradezco a mis padres por algunas valiosas costumbres que me inculcaron y que hoy son un recurso de mucho valor en mi carácter. 

1. Agradezco a mis padres por enseñarme a confiar y esperar en todas las promesas de Dios, porque me han llenado de paz en medio de tanta incertidumbre.

2. Gracias a mis padres aprendí a administrar sabiamente el tiempo, lo que me ha permitido ser muy productiva durante estos días y enfocarme en lo prioritario. 

3. Doy gracias a mis padres por prohibirme usar la palabra aburrimiento, porque me ha motivado a ser creativa y a divertirme en cualquier circunstancia.

4. Gracias a mis padres aprendí a velar por los demás, especialmente los más débiles.

5. Agradezco a mis padres por inculcarme la importancia de hacer ejercicio, comer saludablemente y descansar apropiadamente, porque me mantiene en salud.

6. Gracias por enseñarme a ver el lado positivo de la vida y agradecer cada día las bendiciones recibidas.

7. Gracias a mis padres aprendí a ser una lectora crítica, lo que me ha permitido identificar las falsas noticias ni alarmarme por todas las informaciones que recibo.

8. Agradezco a mis padres por enseñarme la importancia de ahorrar, vivir austeramente y manejar con cautela las finanzas, porque ha sido un alivio en medio de esta crisis. 

Cada día agradezco a Dios por un motivo especial y hoy le alabo por los maravillosos padres que me regaló. Sus enseñanzas y principios siempre estarán conmigo.


sábado, 21 de marzo de 2020

Yo decido confiar en Dios

En medio de todo el caos por el que atraviesa el mundo me he puesto a reflexionar en uno de mis libros de la Biblia favorito: Habacuc. 

El profeta se sentía indignado por la injusticia, maldad y sufrimiento en la que vivía su pueblo y en medio de su dolor hizo dos oraciones donde atrevidamente expresó su queja ante Dios, quien con amor y paciencia le respondió rotundamente. 

Luego de escuchar las respuestas de Dios a su clamor (respuestas nada halagüeñas según Habacuc 1: 5-11 y el capítulo 2) el profeta escribió uno de los poemas más hermosos que registra la Biblia:  
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales. Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. (Habacuc 3:17-19)

Las malas noticias afectan nuestras emociones y hasta pueden mermar nuestra fe, pero Cristo nos invita a poner toda nuestra confianza en él. Hoy debemos decir como el profeta: “estaré quieto en el día de la angustia”. (Habacuc 3:16)

Vivimos en un mundo caído donde el sufrimiento y la tragedia nos alcanzan a todos sin importar nuestra raza, sexo, estatus social o religión. Sin embargo, a pesar del dolor y la pérdida podemos tal como lo hizo Habacuc regocijarnos en Jehová. 

La Biblia está llena de promesas que nos brindan esperanza: Jehová no abandona a su pueblo, él es el Dios de nuestra salvación. En nuestra debilidad recordemos que Jehová es nuestra fortaleza, a pesar de las tragedias él es soberano y señor del universo y garantiza que los justos vivirán por fe. (Habacuc 2:4)

Apesar de la pandemia y las precariedades en la que nos encontramos podemos andar firmes y seguros confiando en los planes divinos. Aunque no podamos entender todo recordemos que tenemos a un Dios grande, descansemos en su soberanía y poder, sometámonos gozosamente su voluntad. 

lunes, 9 de marzo de 2020

La espumita del jugo de piña


La otra noche preparé un jugo de piña con frutas del bosque para la cena y decidí no colar el jugo para aprovechar la pulpa de la frutas. Pero para mi decepción la bebida no era más que pura espuma y aunque me había servido una gran porción, todo lo que bebí fue la espuma de la piña.

En aquel momento pensé en cuánto nos parecemos los seres humanos a aquella bebida: poca sustancia y mucha espuma.

Hay quienes se escondemos ante títulos, logros profesionales, éxito, dinero, un perfil impecable en las redes sociales, relaciones amorosas, popularidad, ropa a la moda y toda clase de bienes; mientras que otros se ocultan detrás de actos de bondad o una religión de formas. 

Mucha espuma y poca sustancia como el joven rico, cuya conducta era intachable, sus acciones apegadas a los mandamientos y sus modales refinados, pero en lo más profundo de su corazón no obedecía las normas porque amaba a Dios, sino por guardar las apariencias. (Mateo 19:16-26)

Y es que sin Jesús en el corazón somos como aquella bebida de poca sustancia y mucha espuma. Nada de lo que hagamos ni de lo que aparentemos podrá ocultar nuestra realidad de miseria y pecado. 

Que hoy al oír el llamado del Espíritu Santo le pidas que haga una transformación en tu vida y te convierta en una bebida pura y aleje la espuma de ti.

martes, 4 de febrero de 2020

Prometo envejecer con dignidad

Hace apenas unos días descubrí que soy oficialmente mayor cuando tuve que explicarle a una adolescente lo que es un cassette y cuánto me divertía rebobinando las cintas con un lápiz para repetir una y otra vez mi canción favorita. 

Hoy cumplo 30 años, ya estoy en la época de los "Ta" y para conmemorarlo, me propongo envejecer con dignidad:

1. No ocultaré mi edad. Estoy segura de que a muchos les cuesta creer que soy del 90, pero aunque me vea tan joven como una colegiala, definitivamente cuando abro la boca me delato. ¿Para qué ocultar los años? Al restar edad también restaría experiencia y bendiciones. A partir de hoy mostraré con orgullo mis canas, arrugas, cicatrices y manchas porque cada una es la demostración de la gracia de Dios en mi vida. 

2. Vestiré conforme a mi edad. He disfrutado cada etapa de mi vida al máximo. Cuando era una niña mi madre solía vestirme como tal hasta que me hice una señorita. ¡Sí! Usaba colitas, vestidos y zapatitos de niña, incluso cuando no eran el última grito de la moda y todo porque era una niña no una mujer. Mientras lleguen los años aprenderé a vestir de acuerdo a mi edad, sin complejos ni temores porque cada época tiene su encanto y hay que saberlo disfrutar. 

3. Disfrutaré de los privilegios y responsabilidades de cada etapa. En cada etapa de la vida hay privilegios y responsabilidades, sacaré el mayor provecho de ambos, sin sentir nostalgia por el pasado ni ansiedad por el futuro.

4. Apoyaré a las generaciones que me preceden y creeré en ellas, como otros creyeron en mí. Porque no hay actitud más molesta que la que muchos ancianos adoptan, de olvidar que una vez fueron jóvenes, llenos de energía y con poca experiencia. No tendré temor de aprender de alguien a quien una vez le enseñé ni de admitir que estoy desfasada y fuera de época. 

5. Mantendré un espíritu joven. Recordando que la juventud es una cuestión de actitud. 

6. Cuidaré mi cuerpo y apreciaré mi salud. La lista de señales de la vejez va en aumento año tras año y no puedo controlarlo. Lo que sí puedo hacer es envejecer mejor, algo tan sencillo como llevar una dieta sana y equilibrada, y hacer ejercicio regularmente. 

7. Buscaré la sabiduría. Porque la sabiduría no viene con las canas ni se gana con los años, he conocido muchos envejecientes necios y muchos jóvenes sabios. La sabiduría es cuestión de obedecer a Dios y seguir sus principios. Hoy pido como el salmista: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". (Salmo 90:12)

Hoy quiero imitar el ejemplo de mis octogenarias abuelas, (que por cierto no aparentan la edad que tienen), quiero emular su energía, buena actitud, capacidad de servicio,  productividad y buen ánimo, de tal forma que como ellas no necesite crema rejuvenecedora para verme bien.