miércoles, 9 de octubre de 2019

Carta de una hija de pastor

Hoy celebramos el día mundial del pastor adventista. Como hija y ahora esposa de pastor, en muchas ocasiones he pensado que lo más parecido a la familia ministerial es la realeza. ¡Déjenme explicarles antes de que me malinterpreten!

Muchas familias reales se fundamentan en que Dios les escogió para ser sus representantes en esta tierra, otras incluso alegan que son semidioses. Salvando las distancias, sin embargo, una familia ministerial se considera apartada por Dios para el sagrado ministerio.

Los hijos del pastor no elegimos el trabajo de nuestro padre (como ningún otro hijo lo hace) pero debemos trabajar con él. Se nos exige mantener una conducta intachable. Muchos hermanos olvidan que los hijos del pastor no son el pastor, son solo niños que juegan en sábado, que les gusta corretear por el patio de la iglesia, que no se contienen y hablan mientras su padre predica. Lo mismo ocurre con los hijos de la realeza, quienes asediados por la prensa, terminan mostrando conductas desenfrenadas en su adolescencia debido la carga emocional y las altas expectativas que recae sobre ellos. Solo hace falta ver un tabloide o revista de farándula para notarlo. 

¿Y qué decir de la esposa del pastor? Todos esperan que sea un ejemplo al vestir y al conducirse con los demás. Que sepa predicar, que toque un instrumento, que cante y sea buena cocinera. Si es muy callada la critican, si es muy activa la cuestionan, si se arregla bien la reprueban, si es descuidada al vestir la murmuran. 

Pero muy a pesar de todo, qué bendición tan grande tenemos los miembros de las familias ministeriales de juntos servir a Dios y su iglesia, siendo partícipes en la transformación de tantas vidas y la ganancia de almas para el reino de los cielos. ¡Ese es un gozo y un gran privilegio que  la realeza no puede disfrutar!

Hace unos años, cuando todavía era adolescente, escribí y leí una carta a cientos de pastores en un Concilio Ministerial de la División Interamericana de los Adventistas del Séptimo Día. Y hoy, en el marco de la celebración del día del pastor quiero recordarla. 

Querido papi: 
¡Si crees que ser pastor no es fácil es porque no han sido hija de pastor! Deberías aumentar mi mesada por todo lo que me corresponde hacer como hija de un ministro adventista. 
Quiero que sepas que mis hermanos y yo tenemos necesidades importantes que deben ser atendidas por mami y por ti, pues esto marcará nuestro éxito en la vida y te aseguro que será una bendición en tu ministerio. 
Papi, necesito que me dediques tiempo para conversar, para jugar y disfrutar la vida juntos. Que te preocupes por mi vida espiritual y te intereses en saber si estoy estudiando la Biblia, si saco tiempo para orar y compartir el evangelio con otras; tal como lo haces con tus miembros de iglesia.
Ahora que me estoy formando y carezco de estabilidad, necesito que me permitas ser miembro activo en una iglesia donde no sea la hija del pastor, donde los ojos no estén puestos sobre mí. Una iglesia con la que me sienta identificada y donde  pueda disfrutar de una vida eclesiástica armoniosa al relacionarme con amigos y hermanos, participando de actividades tanto espirituales como sociales que fortalezcan mi carácter.

Quiero que me estimules en los estudios, que me ayudes a desarrollar mis habilidades, permitiéndome participar en clases de artes, idiomas o deportes; de esta manera aumentarán mis talentos y conocimientos para contribuir a la obra de Cristo.

Aunque a veces sea rebelde y delante de los hermanos te haga rabietas, quiero que sepas que estoy interesada en que seas un pastor exitoso, me gustaría que me tomes en cuenta y que me consideres parte de tu ministerio. 

Queridos papi, que se diga de ti, tal como dice la Biblia de Abraham: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio.” 
Que Dios bendiga tu ministerio y que lleves muchos frutos para su honra y su gloria.