La otra noche preparé un jugo de piña con frutas del bosque para la cena y decidí no colar el jugo para aprovechar la pulpa de la frutas. Pero para mi decepción la bebida no era más que pura espuma y aunque me había servido una gran porción, todo lo que bebí fue la espuma de la piña.
En aquel momento pensé en cuánto nos parecemos los seres humanos a aquella bebida: poca sustancia y mucha espuma.
Hay quienes se escondemos ante títulos, logros profesionales, éxito, dinero, un perfil impecable en las redes sociales, relaciones amorosas, popularidad, ropa a la moda y toda clase de bienes; mientras que otros se ocultan detrás de actos de bondad o una religión de formas.
Mucha espuma y poca sustancia como el joven rico, cuya conducta era intachable, sus acciones apegadas a los mandamientos y sus modales refinados, pero en lo más profundo de su corazón no obedecía las normas porque amaba a Dios, sino por guardar las apariencias. (Mateo 19:16-26)
Y es que sin Jesús en el corazón somos como aquella bebida de poca sustancia y mucha espuma. Nada de lo que hagamos ni de lo que aparentemos podrá ocultar nuestra realidad de miseria y pecado.
Que hoy al oír el llamado del Espíritu Santo le pidas que haga una transformación en tu vida y te convierta en una bebida pura y aleje la espuma de ti.