lunes, 11 de abril de 2016

Voy a una fiesta y no sé qué ponerme



Un tema de nunca acabar con nosotras las chicas. Vas a un evento social y no sabes qué ponerte. Tienes el clóset lleno de ropa pero ninguna te parece oportuna, ninguna es lo suficientemente bonita para la ocasión. Comienzas a sacar ropa del clóset. ¿Un vestido largo o uno corto? ¿Una falda tipo lápiz o una con tachones? ¿Zapatos rojos o zapatillas negras?


He aquí el gran dilema. Ves que la cama se llena de ropa. Sacas toda la ropa del clóset y la amontonas encima de la cama, la mesa de noche y hasta en el piso. Te mides, te pruebas, te vuelves a medir esa falda que hace tanto que no te pones, pero nada te convence.


Una opción es salir a comprar ropa nueva que sea oportuna. Pero no siempre hay dinero o suficiente tiempo para darse ese placer. Otra opción muy común y más barata es ponerse un pancho. ¿Y quién no se ha puesto un pancho? Un pancho es una prenda de vestir prestada, usualmente de algún familiar o amigo cercano: de la hermana, la prima, de la mejor amiga, de la mamá, de la tía, en fin, una prenda de vestir prestada.


Esta preocupación no es exclusiva de nuestra época; hace miles de años atrás a un hombre le pasó algo similar. Este hecho está registrado en Mateo 22:1-14 y Jesús lo compartió con sus seguidores.


Cuenta la historia que un rey hizo una fiesta de bodas a su hijo y envió a sus siervos a llamar a los invitados pero éstos no quisieron asistir; se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. El rey se enojó mucho y envió sus ejércitos para que aniquilaran a aquellos homicidas y quemaran la ciudad.


Entonces el rey animó a sus siervos a que fueran a las salidas de los caminos y llamaran a todos las personas que encontraran desocupadas. Así lo hicieron los siervos y se llenó el palacio de cuantos aceptaron la honrosa invitación. Cuando el rey entró para saludar a los invitados, encontró a un hombre que estaba vestido inapropiadamente y mandó a sacarlo a la fuerza.


Muchos cuestionan la bondad y misericordia de aquel rey que despreció a ese hombre mal vestido. Sin embargo, Apocalipsis 3:15-18 nos da los motivos del rey: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas”.


Si no sabes qué ponerte en tu vida espiritual, entonces deja de pedir ropa prestada y aparentar que tienes la ropa apropiada para la fiesta con el rey. Acepta su manto de justicia y su gracia salvadora que cubren tu desnudez.

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