sábado, 29 de noviembre de 2025

El jardín de mi corazón

Mientras limpiaba el jardín me concentré en arrancar las malezas que habían crecido entre las plantas. Quienes me conocen saben que soy amante de las plantas, y que he aprendido de ellas lecciones muy valiosas. Si te gustaría descubrir algunas de ellas, te invito a ha seguir leyendo aquí.

Al desyerbar, conversaba con Dios y recordé parábola del trigo y la cizaña. Y aunque las malezas que estaba arrancando no se parecían en nada a las plantas que ya estaban sembradas, algunas de ellas estaban tan, pero tan enraizadas, que se hacía muy difícil arrancarlas. Con el áspero movimiento para sacarlas de raíz, parecía como si también se levantaran las plantas que estaban sembradas. De hecho, algunas tenían raíces tan profundas que ni siquiera usando una pequeña pala pude sacarlas por completo. Tuve que conformarme con cortar los tallos.

Aquellas malezas con raíces tan profundas me hicieron reflexionar en cómo el pecado se puede enraizar en nuestro corazón: la envidia, la vanidad, la pereza, la falta de compromiso con Dios, nuestro amor por las cosas del mundo... Todo esto puede echar raíces tan, pero tan profundas que, arrancarlas sería un gran ejercicio. Otras eran enredaderas, malezas trepadoras que se habían apoderado de las plantas. Hay quienes en sus relaciones son como esas malezas: se acercan a otros para aprovecharse de ellos.

Le pido a Jesús que sea el jardinero de mi corazón, que con manos más fuertes saque desde la raíz la maleza; arranque la amargura y siembre buena semilla, que su Palabra eche raíz en lo profundo de mi corazón; que prepare el terreno para que dé muchos frutos; y que los frutos que produzca puedan ser para salvación. Que me convierta en un árbol cuyos frutos y sombra sean deseables para los demás. 

¿Te gustaría que Jesús hiciera lo mismo en tu corazón? Si así lo deseas escribe “Amén” pon un emoji de una planta o una fruta de esas que te encanta comer. 

Que Jesús, el mejor de todos los jardineros, limpie el jardín de su corazón.

viernes, 27 de junio de 2025

¿Qué estás guardando en el garaje de tu corazón?

Hace unos días estaba bregando desesperadamente con unos moscas de la fruta (también conocidas como mimes) dentro de mi casa.

La primera medida que tomé para deshacerme de los insoportables insectos fue mover el zafacón de la cocina al garaje, pero los mimes seguían entrando a la casa. Entraban al baño de la habitación principal, se colaban a la cocina, ¡incluso en la nevera! 

La situación me tenía hastiada. Hubo un momento en el que deseé abandonar la casa y dejársela a las moscas. En ese momento me sentí como una egipcia recibiendo las siete plagas… ¡Qué desesperante!

Dediqué horas a leer y ver videos sobre cómo eliminar los mimes e hice todo lo que estuvo a mi alcance: lavar las tuberías del desagüe, limpiar la nevera de forma exhaustiva, colocar hojas de menta y de laurel para ahuyentarlos; pero nada parecía acabar con los fastidiosos insectos. 

Un día, clasificando, organizado y sacando algunas cosas del garaje, descubrí una bolsa de basura que se había quedado allí. Estaba infestada de mimes. ¿Por qué estaba esa bolsa ahí? Al parecer la confundí con otras fundas negras que contenían algunos objetos grandes para tirar en el camión recogedor de escombros. ¡Eureka! Esa era la causa de las fastidiosas moscas.

Ese acto sencillo de locura y limpieza me hizo preguntar qué estoy guardando en el garaje de mi corazón. ¿Será que mi corazón está lleno de basura apestosa y podredumbre? ¿Estoy guardando dolor, queja, ira, resentimientos, pleitos, envidia, comparación, superficialidad, trivialidad o ambición? ¿Qué estoy guardando por error, por descuido, o incluso intencionalmente? 

Y lo cierto es que nuestro corazón sin Cristo, es como esa bolsa llena de basura apestosa. “Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que de veras corrompen”. (Mateo 15:19,20)

A veces pensamos que la causa de nuestra ira, de nuestra hipersensibilidad, de nuestros pensamientos intrusivos tiene que ver con la forma en que otros nos tratan, nos hablan o actúan… y no con nuestra naturaleza pecaminosa.

Y en lugar de permitir que Dios limpie por completo nuestro corazón, optamos por buscar soluciones temporales que terminan siendo infructuosas y frustrantes. Fingimos e intentamos ocultar nuestra verdadera condición, e incluso culpamos a otros. Colocamos hojitas de menta, echamos productos en el desagüe; pero la verdadera razón, el motivo de esa peste es algo que tenemos dentro de casa, es algo que guardamos dentro del corazón.

Intentamos con técnicas de mindfulness, con estrategias superficiales, cambiar algo que no depende de nosotros. Algo que no es nuestro trabajo cambiar, sino que es de Dios. Él es quien tiene que tomar esa bolsa llena de podredumbre y sacarla de nuestro corazón, para que entonces… ya no hayan más moscas.

Pero Dios es el único que puede deshacerse de raíz de esa basura en nuestro corazón. Ante la peste del pecado que invade mi vida como esos insoportables mimes; hoy te pido Señor “Crea en mí un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. (Salmo 51:10)

sábado, 5 de abril de 2025

Un amigo de verdad

Recuerdo que cuando comenzó la fiebre de Facebook se me hacía tan extraño aceptar solicitudes de amistad, porque me tomaba 
muy literal el término. Con el tiempo fui entendiendo que aceptar una solicitud de un simple conocido no lo convertía en un amigo solo porque Facebook lo llamara así. 

Esto me hace pensar muchísimo en mi relación con Jesús. Una de las expresiones que Cristo usó para referirse a sus discípulos fue precisamente “amigos” (Juan 15:15). 

Jesús nos ofrece una amistad muy distinta a la amistad humana: la relación de amistad que desea tener con nosotros es tan íntima, sólida y profunda como su propio corazón. 
Anhela con vehemencia camina a nuestro lado, desea estrechar lazos de compañerismo recíproco. Le duele cuando lo olvidamos, cuando nos alejamos o desconfiamos de que su profundo amor.  

Su amistad sobrepasa los límites de la comprensión: mientras nosotros nos alejamos de las relaciones tóxicas, de cuya conducta amigos es reprochable; en cambio, Jesús es amigo de los pecadores (Marcos 2:16), su amor hacia nosotros no se debilita dependiendo de cuán inmundos, infieles o volubles seamos. 

Jesús está llamando a la puerta de tu corazón porque desea tener una relación de íntima confianza contigo (Apocalipsis 3:20). ¿Le dejarás entrar? 

sábado, 15 de febrero de 2025

Oficialmente ya no soy joven


Hace poco cumplí 35 años de edad. Oficialmente, ya no soy joven y he entrado en la etapa adulta. Y la verdad es que así me siento.

Ya no tengo miedo al futuro; las preguntas existenciales que me hacía 15 años atrás han encontrado respuesta. La búsqueda de libertad e independencia ya no son un objetivo para mí. 

En mi tiempo libre prefiero estar con personas conocidas, antes que conocer gente nueva. Mis amistades íntimas más recientes las hice hace 14 años atrás; puedo mantener una conversación donde escucho más de lo que hablo.

Ya no cambio una noche de sueño por nada en el mundo. Priorizo mi seguridad por encima de la diversión en actividades extremas. Entre un paquete de Doritos y una mazorca, elijo la mazorca. Ya los dulces no son mi debilidad, porque me interesa más estar saludable que disfrutar cinco minutos de placer con algo azucarado.

Me interesa poco la aprobación de los demás, lo que piensen o digan de mí. Siento que no tengo que demostrarle nada a nadie, porque hace tiempo dejé de construir mi identidad.

Me regalan más plantas para sembrar que flores recién cortadas. Cuando voy a la tienda, miro más utensilios del hogar que ropa. Puedo ir a la playa solo a sentarme y lo disfruto tanto como nadar. Ya no me molesta volver a un mismo destino de vacaciones y, además, puedo quedarme un domingo en casa en completa tranquilidad (ese es un logro que mi madre debe celebrar). 

Cuando era niña, deseaba ser joven para tener la combinación de libertad y fuerza. Y ahora que la juventud se ha ido, siento un poco de nostalgia. Tener una etapa de la vida como meta es, definitivamente, un error de inmadurez, ya que la vida no se trata de un destino, sino del trayecto. Ahora que comienzo a envejecer, veo que la juventud está sobrevalorada (probablemente, más adelante escriba una reflexión sobre esto). Pero no cometeré el mismo error dos veces. A partir de ahora, mi meta no estará en alcanzar una etapa o cumplir una tarea, sino en disfrutar del camino que Dios me presente para andar.

Y mirando un poco más hacia atrás, muchos de los grandes desafíos que comencé a experimentar a partir de los 12 años de edad ya están superados. Pero, debo reconocer que la juventud no es la única etapa que trae consigo grandes desafíos; en la edad adulta existen otros retos que enfrentar.

De hecho, pensé en uno de ellos el día de mi cumpleaños mientras conversaba con una adolescente de 14 años. Me contaba con mucha ilusión lo que quería hacer para celebrar sus quince años. Su madre le dio dos opciones: una fiesta o un viaje. La adolescente me dijo con mucha seguridad que prefería una fiesta antes que un viaje, porque, aunque sueña con conocer el mundo, nunca más volverá a cumplir 15 años y quiere celebrar esa ocasión especial con sus familiares y amigos.

Aquellas palabras me hicieron recordar cuando tenía esa edad. Yo también estaba deseosa de conocer el mundo y devorarlo, pero preferí un viaje en lugar de una fiesta. Aquella adolescente me hizo sentir nostalgia, porque ahora que he crecido, que he viajado un poco y que estoy lejos de familiares y amigos, cuánto desearía poder celebrarlo junto a ellos.

Al final, madurar es aprender que las personas son más importantes que las cosas, y que el mayor tesoro que tenemos es estar rodeados de quienes amamos ¡Ese es el verdadero regalo de la vida!


sábado, 4 de enero de 2025

Un nuevo comienzo

Probablemente para ti un nuevo año es tan solo un cambio de fecha en el calendario. Tal vez hace tiempo dejaste de hacer resoluciones de año nuevo porque a mitad de enero perdías la motivación y abandonabas tus nuevos proyectos.

Cierto, no ocurre nada mágico ni especial entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. Sin embargo, la finalización de una vuelta completa que nuestro planeta Tierra da por el Sol podría ser una excelente razón para reiniciar nuestra vida con más y mejores motivaciones.
(Foto: Wilmer Valdez)
(Foto: Wilmer Valdez)









  • Reiniciar nuestro caminar con Dios.
  • Reiniciar proyectos personales y profesionales.
  • Reiniciar relaciones, especialmente aquellas que han estado olvidadas o dañadas.
  • Reiniciar nuestra fe.
  • Reiniciar nuestro ánimo.
Dios mismo ha prometido volver a empezar una obra especial de transformación en nuestro corazón: “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a la luz; ¿No la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la soledad” (Isaías 43:19).

Cada día que Dios nos regala es una oportunidad para empezar de nuevo, ya que “sus misericordias son nuevas cada mañana” (Lamentaciones 3:23). Por esto, al empezar un nuevo año quiero animarte a renovar tu pacto con Dios, a pedirle que ponga en ti un corazón nuevo (Salmo 51:10), ya que cumpla sus propósitos en tu vida (Salmo 138:8).

Si estás cansado de hacer promesas huecas, de proponerte ambiciosas metas y no cumplirlas, Dios ha prometido renovar tus fuerzas (Isaías 40: 28-31).

Pon tus planes en manos de Dios, encomiéndale tu camino, pídele nuevas fuerzas e inicia este año agradeciendo por lo recibido y mirando con optimismo el por venir.